La semana pasada atendí  un paciente que me recordó aquella frase «lo más importante es saber lo que es importante».  Saber  priorizar  aquellas cosas que realmente necesitamos para sentirnos felices.  Pacientes como estos aportan «magia» a mis jornadas como profesional sanitaria y me recuerdan lo fascinante que es trabajar como  médica.

Estos «encuentros con la persona» dejan un aroma muy especial y tengo la suerte de asistir  en primera línea a pequeñas «masterclass» sobre este oficio poco conocido que es el arte de vivir.

Este «sabio» de la Inteligencia Emocional y de la vida es un octogenario con un cancer urológico en estadio avanzado que acudió al servicio por una insuficiencia cardíaca. Después de un tratamiento inicial, pasaría la noche en observación y un tiempo después volví a reevaluarlo: 

– ¿Qué tal, cómo estamos?

– Ahora me encuentro mucho mejor, fíjese que me iría a casa, si no fuera por los okupas…

– ¡Dios mío! A su edad…¡no me diga que tiene okupas en su vivienda!

– ¡Ah, no!- soltó una sonora carcajada. ¡Los okupas están dentro! dijo señalándose la tripa. Tengo cáncer con metástasis ¿ ha podido leer mi historial?

Claro que lo había leído. Empezó a hablar de su enfermedad, desde su diagnóstico hasta ese día, con energía, casi con entusiasmo. Se refería a su cáncer como los okupas, no le gustaba la palabra cáncer y creo que era su particular forma de tomar distancia. Su hija permanecía a su lado, sonriendo y sollozando al mismo tiempo, no podeía evitar emocionarse.

Me contaba que a pesar de  pesar de su enfermedad, mantenía un buen humor envidiable y su capacidad de bromear permanecía intacta. Quería vivir y se agarraba a la vida con el ímpetu de un joven. 

– No van a poder conmigo, he superado muchas batallas y soy duro de pelar. Además en septiembre una de mis nietas hace la Primera Comunión, así que ¡voy a mantener a raya a estos okupas!

Hablaba con determinación total, con convencimiento absoluto ¿Cuál era su secreto?

– Mi familia, doctora. Vivo con mi mujer, mis hijas y algunas de mis nietas. Ellos me quieren a mí y yo a ellos. Es todo lo que necesito. Y los okupas no pueden hacer nada frente a eso.  

De nuevo, la calidad de nuestras relaciones, ya sean profesionales o personales, es lo que muchas veces marca la diferencia. Las relaciones positivas suponen habilidades de empatía, cooperación y compromiso por el bienestar de los demás.  Favorecen el desarrollo de fortalezas personales, proporcionan apoyo emocional ante situaciones estresantes y contribuyen a la competencia social

El tener un apoyo social y familiar, el haber cuidado estas relaciones a lo largo de toda la vida, de forma comprensiva e inteligente es clave en la percepción que tenemos de la existencia. 

Por supuesto no basta con tener buena actitud para superar un cáncer. Pero, como dijo Viktor Frankl, sí podemos elegir nuestra actitud ante la adversidad, y esta es la única libertad que nada ni nadie nos puede arrebatar.

 

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