Hoy me gustaría explicarte una pequeña historia. Ayer fui a la playa a ver los colores del atardecer con mi hija. Nos sentamos cerca de las olas, en unas rocas, donde podíamos sentir el viento y ver la luz sol lentamente desaparecer en el horizonte. De repente, mi hija se quejó de un dolor y vimos que tenía una especie de pequeña lesión en la pierna.

Al principio pensamos que era causada por una roca, pero después vimos que había sido una picadura de medusa.

Por la reacción inflamatoria debe de haber sido una medusa, le dije. Ella estaba con mucho malestar y se quejaba mucho del dolor. Viéndola en esta situación, quise transmitirle tranquilidad. Esto va a pasar, vas a estar mejor, dije.

Mi hija entonces me explicó que iba a pensar «en otra cosa que me relaje» y empezó a hablar de sus películas favoritas, de sus muñecas, de los primos y de los planes para futuros veranos… y simplemente con eso, se distrajo.

Estaba mucho más relajada y dejó de focalizarse en la preocupación generada por la picadura.

Esta es una estrategia muy simple de la Inteligencia Emocional:

Cuando estés muy obsesionada con algo, cambiar el foco de atención tiene efectos positivos. Eso es porque la influencia que tiene la percepción y la forma en la que percibimos y «nos explicamos» la realidad determina, también, el cómo nos sentimos y el cómo nos relacionamos con nuestro entorno.

Basta con cambiar la vivencia subjetiva de lo que estamos viviendo para detectar el cambio: Podemos salir del bucle.

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Descubre cómo 4 prácticas sencillas de Inteligencia Emocional pueden ayudarte en la gestión del estrés diario

Hoy puedes empezar a sentir destellos de serenidad en el caos de la consulta.

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